En una discografía previsible, el mini – LP que sucede al debut de larga duración suele nutrirse de descartes más o menos presentables. Nada arriesgado, sino más bien una pequeña colección complementaria y conservadora, susceptible de incluir alguna extravagancia a pie de página. El que realmente importa, en definitiva, es el disco grande. “Wooden Tapes” (Rock Indiana, 2011) fue ese primer disco grande de Wolrus, y el único hasta la edición de este “Chasin’ The Light” de cinco canciones.
Aquel debut retrataba a un grupo joven, en plena construcción de un puente entre sonoridades británicas y norteamericanas de rudimentos clásicos. Tras él, la hoja de ruta hacía presagiar la edición de un puñado de retales continuistas, pero no un volantazo como éste: un mini – Lp denso y rebosante de información en el que los coruñeses remezclan a conciencia su baraja musical, introduciendo previamente unos cuantos ases. Que la banda haya pasado de cinco a seis miembros, incorporando el envolvente Hammond de Diego Veiga, va mucho más allá de una decisión puramente ornamental. Pero además, hay otras cosas que antes no estaban aquí. El ensamblaje de saxo y trompeta, al más puro estilo Bobby Keys / Jim Price (que es lo mismo que decir al más puro estilo stone) en la humeante “Beachwall” es la primera en la frente: estamos a punto de entrar en una grabación llena de pliegues y citas, armada con mayor minuciosidad y ambición que su fantástico precedente en formato largo.
“Blow My Mind” es toda una conquista; su primera gran canción al estilo The Byrds (período 66 – 67), incorporando con soltura todos sus elementos característicos: el influjo raga en su breve interludio, las guitarras diáfanas y un progresivo arco sonoro que avanza hacia las relecturas más contemporáneas de bandas como Teenage Fanclub. “Think I’m Gonna Feel Better” completa al círculo, al retomar una perfecta miniatura country-rock de Gene Clark para mutarla en una hermosa y celebrativa fanfarria a tres voces.
En definitiva, éste podría ser el documento de un grupo vaciando el cajón antes de su nueva puesta de largo. Sin embargo, en él los escuchamos reajustando su mecanismo interno, explorando caminos nuevos y ensanchando su sonido. Nada más lejos de lo que tendría que ser un ligero y pequeño disco de entretiempo.
Carlos Bouza, 2012
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